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Aben-Hud

En Los Escariantes, lugar de tajos y muy fragoso, en el término de Darrícal, en otros tiempos estuvo el castillo musulmán más antiguo de España. Y en él parece que subió al trono el Rey Aben-Hud de origen aragonés, en un golpe de estado en el que derrocó al almohade Almamun, con el fin de recuperar la tradición Omeya. Los Escariantes, que jalonan la cabecera del Río Verde de Benínar, fueron la clave, junto con la batalla de Las Navas de Tolosa en Jaén, para el fin de la dominación de los Almohades en Al-Ándalus.

En el 711 entraron en la Península Ibérica los primeros árabes, que se hicieron en pocos meses con el poder ostentado anteriormente por los visigodos, quedando entonces como una colonia de Damasco. Unas décadas después, Abderramán I, descenciente directo del Profeta, y heredero de la corona tuvo que huir precipitadamente de Damasco acompañado de sus leales, mientras sus enemigos se apoderaban del reino y asesinaban a la familia real árabe Omeya.

Tras la huida, llega escoltado a Córdoba y en esta ciudad situa la capital de su legítimo reino en concepto de emirato. Después, sus descendientes elevan Córdoba y Al-Ándalus a nivel de califato, compitiendo directamente con el califato de oriente.

El Califato de Córdoba durante siglos no sólo tenía que lidiar con los nacientes reinos cristianos que presionaban por el norte, sino también con bereberes, benimerines, almorávides y almohades que por el sur, desde África, querían apoderarse del floreciente reino de Al-Ándalus. El Califato sucumbió a las invasiones del sur y en el tiempo en que se desarrolla la historia de Los Escariantes que vamos a contar, Al-Ándalus era una extensión del imperio almohade con capital en lo que hoy se llama Marrakech. Anteriormente en español Marrakech se pronunciaba «Marruecos», pero con el advenimiento del estado moderno de Marruecos, para evitar la confusión, se denomina ahora Marrakech.

Pues bien, con Al-Ándalus en manos de los marroquíes, crece día a día el descontento entre aquellos musulmanes hartos ya de los almohades y que añoraban las antiguas tradiciones andalusíes establecidas por los omeyas, que al fin y al cabo, descendían del Profeta.

En 1212 llega la puntilla a los almohades en Andalucía con la derrota contra los cristianos en la batalla de «Las Navas de Tolosa». Según se cuenta en el libro «Historia de Granada», escrito por Miguel Lafuente Alcántara y editado en París en 1852, en el desconcierto producido por esta derrota y aprovechando un vacío de poder en que el rey almohade Almamun se encontraba de viaje en Marruecos, el noble árabe de origen aragonés Aben-Hud es nombrado en 1228 por sus leales como nuevo Rey de Al-Ándalus.

Desde el Río Verde de Benínar se inicia una sublebación que se extiende por toda la Alpujarra y Murcia y, batalla tras batalla, finalmente hace que Aben-Hud reconquiste para su corona todo Al-Ándalus (salvo Valencia que queda en manos de Mardanis). En las Fiestas de Moros y Cristianos de Murcia, el Rey Moro representa precisamente a Aben-Hud. Para los murcianos la sublebación se inició en el castillo de los Peñascales en Ricote.

Los cristianos seguían presionando fuertemente y hacen perder a Aben-Hud cada vez más territorios andalusíes, como por ejemplo Mallorca, que cae en manos de Aragón, e incluso la propia capital de Córdoba que debe rendirla al rey castellano Fernando III en 1236.

En 1237, en el puerto de Almería, Aben-Hud es misteriosamente asesinado. Su reinado fue breve y muy conflictivo, pero supuso el inicio de una nueva era para Al-Andalus: nace el Reino de Granada.

En efecto, le sucedió uno de sus seguidores, Jahie Anasir o Nasar o Alhamar, primer rey de la dinastía Nazarí, la que durante varios siglos reinó después desde la Alhambra de Granada.